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jueves, 24 de agosto de 2017

EL PAN DE CADA DÍA


El pan de cada día




La Biblia contiene la palabra sagrada escrita por autores elegidos e inspirados por Dios. Sabía él muy bien en medio de qué tinieblas se encontrarían sus hijos en los siglos venideros, y por amor a cada uno de nosotros asistió con dones especiales a los escritores del libro santo para que escribieran todo y solo lo que él les inspiraba. Son cartas de amor de Dios a sus hijos.

Cuentan que el emperador romano había prohibido con la amenaza de severos castigos a los cristianos que tuvieran una Biblia en su casa. Pero muchos cristianos la guardaban a pesar de todo y la leían a escondidas. Un día entró al pueblo un contingente de policías para revisar casa por casa. Una mujer que los veía llegar tuvo una idea ingeniosa. Ya que estaba justo preparando la masa para hornear el pan, tomó la Biblia la envolvió en la masa y la introdujo en el horno. Cuando entraron los policías no encontraron Biblia alguna en la casa. Vieron nada más que pan horneándose. Al día siguiente la madre sacó el pan del horno para servirlo a la familia. En medio del pan la Biblia estaba perfectamente conservada.

Vigorízate cada día con el pan de la Palabra. Te sugiero que pongas en un lugar visible el libro sagrado. Elige un rinconcito para Dios en tu casa. En una mesita con algunas imágenes o estatuas de tus santos, que esté también la Biblia adornada con flores, velas, o ikebanas… Y que día a día crezcas en amor y vivencia de la Palabra de Dios.


* Enviado por el P. Natalio

domingo, 20 de agosto de 2017

VIVO EN UNA ESTRELLA

Vivo en una estrella



Cuando oras por tus queridos difuntos, te encuentras con ellos en una misteriosa comunión de fe, esperanza y amor. Ellos han transpuesto ya la frontera del tiempo y entrado en el ámbito de la eternidad, propio de Dios. Siempre que haces oración por ellos, los encuentras dentro del dulce abrazo con que Dios estrecha a los que lo aman.

Vivo en una estrella radiante de luz, no lloren mi ausencia estoy con Jesús. Cuando llegué al cielo, cuando vi su faz, mi alma dichosa se colmó de paz. El Dios de los cielos sanó toda herida, me tendió su mano y encontré la vida. Un coro de ángeles y... la Virgen María me vino a encontrar. ¿Qué más quieren hijos? ¡Dejen de llorar! ya desde mi estrella los puedo mirar. Denme una sonrisa para descansar; piensen que los amo, búsquenme en la flor, en la nueva brisa, ¡en lo que es amor! Que estoy presente como lo está el sol, yo sigo latiendo en su corazón...

Si por la fe estás abierto al sentido cristiano de la muerte, no te dejes abatir por la amargura ante una pérdida dolorosa. Tu sensibilidad puede quedar destrozada. Pero, en la zona más secreta del alma, vives una experiencia de paz, esperanza y gozo, porque estás seguro que tus muertos viven ya una existencia trascendente.




* Enviado por el P. Natalio

sábado, 19 de agosto de 2017

EL ABAD GENEROSO


El abad generoso


En un monasterio había un abad generoso. Jamás negaba hospitalidad a un mendigo, y daba en abundancia. Pero sucedía que cuanto más daba, más prosperaba el monasterio. Al morir, fue reemplazado por un abad mezquino. Un día, llegó un anciano que pidió alojarse. Recordaba que una vez le habían dado hospedaje. El abad se lo negó, pues ya no podían darse ese lujo.

—Nuestra abadía no puede albergar a nadie, como cuando éramos prósperos. Ya nadie hace ofrendas. —No me sorprende –dijo el anciano–  creo que se debe a que echaron a dos hermanos del monasterio. —Jamás hemos hecho eso –dijo serio el abad, —Sí, lo hicieron –replicó el anciano– eran gemelos: uno se llamaba “Dad” y el otro “Se os dará”. Como echaron a “Dad, “Se os dará” resolvió irse también.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.



* Enviado por el P. Natalio

viernes, 18 de agosto de 2017

LAS QUEJAS


Las quejas



• Antes todo era mejor...
• El mundo anda mal...
• ¡El gobierno sólo hace política! La Policía es inoperante...
• No me conceden el crédito... Mi auto no funciona...
• Pierdo mi tiempo... ¡Qué calor insoportable!
• Mi esposa solamente se queja...
• Los amigos escasean... Esas criaturas no paran de llorar...
• El taxi no aparece... ¡Cómo está de sucia esta ciudad!
• Mi jefe no me comprende...
• ¡Esta cola no avanza!
• Nadie reconoce mi trabajo...
• Los precios no paran de subir...
• ¡Qué vida esta!...
• ¿Otra queja más, todavía?
• Si yo hubiera nacido en cuna de oro...
• Si mis padres fuesen más inteligentes...
• Si me ganara la lotería...
• Si no hubiera tanta gente acaparando mi vida...
• Si yo consiguiera un diploma sin tener que estudiar...
• ¿Por qué la gente lucha y sufre tanto en este "Valle de Lágrimas"?

Entonces, recuerda...

► El lugar donde Jesús nació era prestado.
► El burrito que Él montó era prestado.
► Los panes y peces que Él multiplicó eran prestados.
► Cristo crucificado. La sala donde Él instituyó la Eucaristía era prestada.
► La barca donde Él viajó era prestada.
► El sepulcro donde Él fue sepultado era prestado.

¡Solamente la Cruz era de Él! … ¿Alguna otra queja más?



© Web católico de Javier

miércoles, 16 de agosto de 2017

EL REGALO DEL DOLOR


El regalo del dolor



El dolor suscita siempre en nosotros el rechazo. Pero es constructivo aportar alguna reflexión que te ayude a verlo con ojos nuevos. Las aflicciones y dolores dan lugar a muy meritorios ejercicios de virtudes heroicas. Las pruebas que cayeron sobre Job, lo hicieron perfecto; la ceguera formó y santificó a Tobías; la calumnia inmortalizó a José; la persecución purificó a David; los leones dieron a conocer la virtud de Daniel. El escritor británico Clive Staples Lewis (1898-1963) expone su opinión:

No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen, también nos hacen más perfectos.

“Dios, dice San Agustín, mezcla las amarguras con las alegrías de la tierra, a fin de llevar al hombre a aquella felicidad y alegría, cuya dulzura nunca engaña y que sólo se encuentra en Dios. El mundo se regocija en la nada. Las alegrías mundanas están vacías, no tienen sabor ni duración. No hay en ellas realidad, ni dicha, ni estabilidad, son una gota de miel que se convierte en un mar de hiel”. Es un mensaje sólido que te ayudará a crecer.


* Enviado por el P. Natalio

AMOR EN LA LATITA DE LECHE


AMOR EN LA LATITA DE LECHE



Dos hermanitos vestidos de forma harapienta, provenientes del arrabal, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina.

Estaban hambrientos y cuando mendigaban por las casas, escuchaban frases detrás de la puerta como "vaya a trabajar y no molesten", o "aquí no hay nada, pordiosero..."

Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños...

Por fin, una señora muy atenta les dijo: "Voy a ver si tengo algo para ustedes...¡Pobrecitos!". 
Y volvió con una latita de leche.

¡Qué fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al de diez años: "tú eres el mayor, toma primero...y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose".

Yo contemplaba la escena como tonto... ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito...!

Se lleva la lata a la boca y simulando que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrase ni una sola gota de leche.

Después, extendiéndole la lata, decia al hermano: "Ahora es tu turno. Sólo un poquito."

Y el hermanito, dando un trago exclamaba: "¡Está sabrosa!"

"Ahora yo", dice el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebia nada.

"Ahora tú", "Ahora yo", "Ahora tú", "Ahora yo"...

Y, después de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menor, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisa afuera, se acababa toda la leche... él solito.

Esos "ahora tú", "ahora yo" me llenaron los ojos de lágrimas...   Y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario.

El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría.

Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia.

De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: "Quien da es más feliz que quien recibe."

Es así que debemos amar. Sacrificándonos con tanta naturalidad, con tal elegancia, con tal discreción, que los demás ni siquiera puedan agradecernos el servicio que les prestamos."

¿Cómo podrías hoy encontrar un poco de esta "felicidad" y hacer la vida de alguien mejor, con más "gusto de ser vivida"?

¡Adelante, levántate y haz lo que sea necesario!

Cerca de nosotros puede haber un amigo que necesita de nuestro hombro, de nuestro consuelo y, quizá aún más, de un poco de nuestra paz....

lunes, 14 de agosto de 2017

EL TAZÓN DE ARROZ


El tazón de arroz



La anécdota de hoy señala un defecto corriente: la falta de comprensión y respeto por los que son distintos de nosotros. Respetar y comprender son actitudes que están en la base de la convivencia humana. Jesús nos advirtió: “No hagas a otro lo que no te gusta que te hagan a ti”. Sin comprensión y respeto se viene abajo el amor a los hermanos.

Un señor estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio que una persona de origen chino colocaba un tazón con arroz en la tumba vecina. Entonces se acercó al chino y le preguntó con tono levemente burlón: —Disculpe, señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz? —Sí, respondió el chino, cuando el suyo venga a oler sus flores.

Respetar las opiniones del otro es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener. Las personas son diferentes, por lo tanto piensan y actúan de modo diferente. No juzgues, tan sólo comprende. Alguien escribió con acierto: "Comprender es una palabra viva y la carne de esa palabra es amor”.  Reflexiona, pues, con amor y comprenderás mejor a los que son distintos.


* Enviado por el P. Natalio

domingo, 13 de agosto de 2017

CONTIGO, SEÑOR, NADA ME FALTA


Contigo, Señor, nada me falta



El P. Víctor Fernández ha escrito el libro “Un estímulo todos los días”, donde distribuye a lo largo del año propuestas para una vida mejor y más plena. Hay en él oraciones que son una ayuda excelente para obtener sanación de miedos y obsesiones diversas. Aquí te ofrezco una súplica para tener un gran amor a Dios y al prójimo

Señor, si te tengo a ti no me falta nada. Pero a veces te olvido y mi corazón quiere ser independiente. Me confundo creyendo que tu amor no es suficiente. Yo quiero otros afectos, y quiero elegir a quiénes amar y por quiénes dejarme amar. Ignoro o desprecio a los que no me sirven para sentirme bien. Sana esa independencia enfermiza, Señor, para que pueda dejarme tomar por tu amor. Así no despreciaré a nadie, porque los miraré con tus ojos, y cualquier ser humano será un signo de tu ternura y de tu cercanía. Sana todo temor a la soledad, Dios mío, y dame una fe profunda para creer que tú eres real, que tu amor es verdadero, y que puedes saciar y sobrepasar toda mi sed de amor. Amén.

La oración señala aspectos egoístas del amor que necesitan sanación. Todo ser humano debe llegar a ser para mí un signo de la ternura y cercanía de Dios. Concluye pidiendo al Señor una fe profunda en el maravilloso amor que él nos tiene. Que aproveches la fuerza sanadora de esta oración.


* Enviado por el P. Natalio

sábado, 12 de agosto de 2017

OFRENDA DE CARIÑO


Ofrenda de cariño



San Juan Bosco  decía a los jóvenes: “Amad, honrad, servid a María. Procurad hacerla conocer, amar y honrar por los demás. No sólo no perecerá un hijo que haya honrado a esta Madre, sino que podrá aspirar también a una gran corona en el cielo”. Aquí tienes la cariñosa letra de una canción mariana.

¡Oh Señora y Madre mía!, con filial cariño vengo
a ofrecerte, en este día, cuanto soy y cuanto tengo:
mis ojos para mirarte, mi voz para bendecirte,
mi vida para servirte, mi corazón para amarte.

Acepta, Madre, este don que te ofrenda mi cariño,
y guárdame como a un niño cerca de tu corazón.
Aunque el dolor me taladre y haga de mí un crucifijo,
que yo sepa ser tu hijo, que sienta  que eres mi Madre.

En la dicha, en la aflicción, en mi vida, en mi agonía,
mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.

“María nos asegura –dice Don Bosco– que si somos devotos suyos, nos tendrá como hijos suyos, nos cubrirá con su manto, nos colmará de bendiciones en este mundo para obtenernos después el Paraíso. Si la amamos como hijos, ella nos defenderá como Madre potente y llena de misericordia”. Que vivas este día con filial afecto.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 10 de agosto de 2017

EL ENFERMO Y SU MÉDICO


El enfermo y su médico



Ama la verdad y busca la verdad. “Un error, aunque lo repitan millones de bocas, no deja de ser un error”. El mundo progresará cuando no se permita al error ocultarse bajo el ropaje de la ciencia. “La ciencia indaga las verdaderas causas de los hechos”. Este es el espacio donde debe funcionar una metódica observación de la realidad.

Habiéndole preguntado un médico a un enfermo por su salud, contestó el enfermo que había sudado más que de costumbre. —Eso va bien, dijo el médico. Interrogado al día siguiente sobre su estado de salud, contestó el enfermo que temblaba y sentía fuertes escalofríos. —Eso va bien, dijo el médico. Vino a verle el médico por tercera vez y le preguntó por su enfermedad. Contestó el enfermo que había tenido diarrea. —Eso va bien -dijo el médico, y se marchó. Vino un pariente a ver al enfermo y le preguntó que cómo iba. —Me muero -contestó- a fuerza de ir bien. (Esopo)

Es básico cultivar el hábito de observar con atención la realidad para no vivir en un mundo de fantasías. Por otra parte, arrastramos prejuicios y errores que se nos han adherido por la época en que vivimos, por la generación que integramos, por la  familia en que nacimos, etc. El camino de la observación cuidadosa te liberará de muchos errores.



* Enviado por el P. Natalio

martes, 8 de agosto de 2017

ALEGRÍA Y PAZ


Alegría y paz




La Reina de la Paz te ofrece hoy un mensaje para que encuentres la alegría profunda del corazón: te enseña el camino de la paz interior. Ponte en la presencia de tu dulce Madre y escucha sus palabras. Se percibe en ellas su preocupación por tu verdadera felicidad.

“¡Queridos hijos! Los invito nuevamente a seguirme con alegría. Deseo guiarlos a todos a mi Hijo y a su Salvador. No están conscientes de que sin Él no tienen alegría, ni paz, ni futuro, ni vida eterna. Por eso, hijitos, aprovechen este tiempo de oración y abandono gozosos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

“¿Quién sirve y obedece a Jesús con tanto empeño y constancia como se sirve al mundo y a sus dueños? Avergüénzate, alma mía, indolente y quejumbrosa, de que aquéllos sean más solícitos para su perdición que tú para la vida”, Tomás Kempis. La Virgen María insiste y quiere verte decidido por Jesús, el Salvador.




* Enviado por el P. Natalio

domingo, 6 de agosto de 2017

PIÉNSALO BIEN


Piénsalo bien



“Necesitas tener una habitación interior a donde poder retirarte cuando lo precises. Un lugar agradable, lleno de esas riquezas intangibles que renuevan el ánimo: serenidad, energías positivas y una firme ilusión de vivir” (Larrañaga). Pascal pensaba que las desgracias de los hombres provienen de una sola fuente: no saben estar a solas en su habitación. .

El obstáculo más grande es el miedo. El día más bello es hoy.

Los mayores maestros son los niños. El mayor error es darse por vencido.

La mayor distracción es el trabajo. El más grande defecto es el egoísmo.

La peor bancarrota es el desánimo. El sentimiento más vil es la envidia.

El regalo más hermoso es el perdón. La felicidad más grande es la paz.

El mayor conocimiento es Dios. Lo más maravilloso del mundo es el amor.

La meditación sobre este u otros temas parecidos hace aflorar las certezas sobre lo que piensas y deseas verdaderamente. Despierta y fecunda tus energías latentes. Te ayuda a revisar tus valores morales. Da a tu vida equilibrio: distingues lo principal de lo secundario. Es un espacio para maravillarte y contemplar. Vale la pena darle un tiempo, ¿no te parece?


* Enviado por el P. Natalio

POR AMOR


Por amor



¿Qué motor secreto tiene una madre de familia, que hace todos los quehaceres domésticos y se sacrifica por su hijos y su esposo, desde el amanecer hasta la noche, y durante la noche se desvela por sus hijos? El motor secreto que tiene es “el amor”.

¿Y qué motor secreto tenían los santos para ser lo que eran y hacer grandes penitencias y obras de caridad? El mismo motor: “el amor”.

¿Y qué motor debemos tener nosotros para vivir y alcanzar el Cielo? No es otro que “el amor”. Amor a Dios en primer lugar, y al prójimo en Dios.

Cada cosa que hacemos en el día debe estar hecha por amor, con amor. Entonces veremos que se nos hace fácil hasta lo que es más difícil.

¿Cómo pudo el Señor soportar semejantes torturas y desprecios, odios y maldades de parte de los hombres? Porque estaba inundado de amor. Amor por su Padre y amor por la humanidad. Es siempre el amor el motor de los grandes hombres y mujeres que llegan a alcanzar el Paraíso.

¿Hay que hacer grandes obras para merecer el Cielo? No. Basta que hagamos todas las cosas de cada día, hasta las más insignificantes, por amor, poniendo amor en ellas.

El amor a Dios se lo demostramos cumpliendo sus mandamientos, porque ya ha dicho Jesús en el Evangelio que el que cumple los mandamientos, ése es el que lo ama realmente. Porque el que ama a alguien trata de complacer a ese alguien. Y si amamos a Jesús, si amamos a Dios, entonces tenemos que tratar de complacerlo, y lo hacemos si cumplimos sus mandamientos, lo que Él nos ha ordenado.

Pero lo primero que tenemos que hacer para que nuestras obras sea meritorias y tengan valor para el Paraíso, es estar en gracia de Dios. Porque las obras que se realizan estando uno en pecado mortal, no tienen valor para el Cielo. Por eso es muy importante, es capital, que nos pongamos en gracia de Dios con una sincera confesión, y así todo lo que hagamos, hasta lo más pequeño, tendrá méritos para el Paraíso.

No hay que saber mucho para agradar mucho a Dios, basta amar a Dios y al prójimo y ahí está todo.


© Sitio Santísima Virgen

sábado, 5 de agosto de 2017

OVEJAS CRITICONAS

Ovejas criticonas



“Cuando te hiera la maledicencia, —dice Cicerón— consuélate pensando que no son los peores frutos los que pican las avispas”. Nos sucede que somos excesivamente perspicaces para detectar los mínimos defectos ajenos, pero nos volvemos muy ciegos para descubrir nuestras propias debilidades y falencias y, si las vemos, somos hábiles en disculparlas.

Mientras desfilaba la majada, al salir del corral, un carnero que caminaba solo, escuchaba la conversación de dos ovejas que iban detrás de él. Hablaban de sus compañeras y criticaban sin piedad a todas las que pasaban cerca de ellas. «¡Qué facha! ¡Qué modo de caminar! ¡Qué lana fea! ¡Qué gorda! ¡Qué flaca!» y mil otras cosas peores, algunas. El carnero, pensando al oírlas, que quienes así hablaban no podían ser sino un compendio de la hermosura ovejuna, se dio vuelta, dispuesto a admirar, y se encontró con dos ovejas horrorosas que casi lo asustaron (G. Daireaux)

“Encontré a un hombre de buenas cualidades —relata el P. Alfonso Milagro— que casi las maldecía. Le pregunté por qué y me respondió: “Porque hacen sombra y eso no me lo perdonan”. Casi siempre detrás de la crítica está la envidia por ver a otro gozar de lo que deseamos; los celos, por ver a otro poseer lo que quisiéramos para nosotros.


* Enviado por el P. Natalio

viernes, 4 de agosto de 2017

EL TAXISTA TRANQUILO

El taxista tranquilo



No tengas miedo al silencio. Vitalizará tu mente y tu sistema nervioso, dará solidez y fuerza expresiva a tus palabras. Es un tiempo para buscar el equilibrio interno y el reencuentro consigo mismo y con Dios. Regálate de vez en cuando estas saludables inmersiones en la soledad y el silencio.

Un escritor cuenta que una vez tomó un taxi para llegar a tiempo a un compromiso. ¡Tuvo una sorpresa! El taxista realizaba su trabajo mientras escuchaba música instrumental. Llevado por la curiosidad le preguntó el motivo de algo tan inusual. —Es muy sencillo, -contestó el taxista-, así me siento tranquilo. Y añadió: —Usted no es el primero en reparar en el detalle de la música, y lo notable es que la mayoría de los que viajan conmigo hacen el mismo reparo. Algunos incluso se ponen tan furiosos y violentos, que abandonan el coche.

De vez en cuando y por un lapso de toda una mañana o de una tarde entera, sumérgete en baños de soledad y silencio. Es una disciplina excelente que fortalecerá tu espíritu y te ayudará a encontrarte con tu ser más profundo y verdadero. No le temas a la soledad. Aprende a amarla.


* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 2 de agosto de 2017

DONANDO SANGRE


Donando sangre 



Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital de Stanford, conocí a una  niñita llamada Luz que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermanito de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al chiquillo, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermanita. Yo lo vi dudar por solo un momento antes de tomar un gran aliento y decir: “Si, lo haré, si eso salva a Luz”. Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonreía mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo cómo retornaba el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció.

Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezaré a morirme?  Siendo tan niño, no había comprendido al médico; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermanita. Y aun así se la daba.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 31 de julio de 2017

VENGAN A MÍ


Vengan a mí


Jesús Salvador te ofrece descanso, orientación y seguridad. Él es fuerza y poder de salvación, de vida y gozo sin fin. Por la fe y el amor, unidos al Salvador, nuestra vida se potencia. Como el metal, sumergido en el fuego, se pone incandescente, así tu vida se hace ardiente al unirse a Jesús, que vino a traer fuego a la tierra. Él te dice:

“Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Vengan a mí todos los que están deprimidos y agobiados, y yo les daré alivio. Vengan a mí todos los que están desorientados y sin sentido, yo soy el camino. Vengan a mí todos los que están en tinieblas y sombras de muerte, yo soy la luz. Vengan a mí, mansos y humildes, y encontrarán un remanso para su alma. Jesús”

Como la lámpara eléctrica, fría e incolora, irradia de repente claridad, así te transformarás desde dentro de tu alma al contacto de la gracia santificadora de Jesús. Como la naturaleza se anima bajo los bienhechores rayos del sol, así tu vida se desarrollará bajo el influjo salvador de Jesús. “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto”, dijo el Señor.


* Enviado por el P. Natalio

CUÁL ES NUESTRO TESORO?


¿Cuál es nuestro tesoro?



Dice el Señor que el Reino de Dios es como “un tesoro escondido en un campo”.  Tal vez quisiéramos preguntar: ¿quién esconderá un tesoro en un campo?  Ahora en el tiempo de cerraduras y bancos, nadie lo hará.  Pero en los tiempos antiguos las cosas eran diferentes.  Los ladrones podían dejar la casa vacía de cualquier objeto de valor.  Por eso, los dueños solían enterrar sus tesoros en un rinconcito marcado del campo.  Una mejor pregunta para nosotros es: ¿qué es nuestro tesoro?

Para mí una cosa muy valiosa es el tiempo.  Trato de llegar a cada compromiso a la hora exacta para que no pierda ni cinco minutos de mi tiempo precioso. A lo mejor cada uno define su tesoro en una manera individual.  Pero podemos abstraer algunos constantes para los diferentes grupos de edad.  Los jóvenes buscan como su tesoro a un compañero de vida que es ameno y, sobre todo, guapo.  A los adultos les importa la estabilidad.  Quieren ingresos que proveen las necesidades de la casa y una casa que no perderá su valor con el tiempo.   Los mayores se preocupan por la salud.  Desean evitar el dolor y prolongar la vida tan mucho como posible.

En la antigüedad antes de Cristo se consideró la sabiduría como el tesoro más precioso.  Valió la pena vender todo lo que se tenía para hacerse sabio.  Con la sabiduría nuestros tesoros se modifican.  Los jóvenes no consideran la belleza como la cualidad número uno en una pareja sino la capacidad de amar.  Es decir, se dan cuenta de que la disposición a poner el bien del cónyuge primero vale más que una figura perfectamente proporcionada.  La sabiduría enseña a los adultos que la estabilidad queda más en lo moral que en lo material: más en tener el respeto mutuo entre los familiares que en tener un cuarto para cada hijo, más en dar la reverencia a Dios que en tomar vacaciones en la playa.  Los viejos se aprovechan de la sabiduría por reconciliarse con Dios y con los demás para que mueran en la paz.

Jesús reemplaza la sabiduría con el Reino de Dios.  No es que los dos difieran mucho; pero el Reino de Dios ofrece un matiz más contundente.  El Reino de Dios mueve al joven buscar primero en una pareja el amor para Dios: que él o ella jamás haría algo ofensivo al Señor.  Le conduce al adulto a confiar en Dios como el cimiento de su casa por guardar sus mandamientos, venga lo que venga.  Al mayor el Reino exige una entrega más o menos completa: que acepte cada día como un regalo de Dios y el sufrimiento como modo de juntarse con Cristo en la salvación del mundo.

Nosotros cristianos reconocemos a Jesús mismo como el cumplimiento del Reino de Dios.  Cuando abrazamos a él como nuestro salvador, se nos acoge en el Reino de su Padre.  Podemos proponer una parábola para explicar esto.  Jesús es como piedra.  Cuando somos jóvenes, él es el diamante más precioso a darse a nuestra novia.  Como adultos él es el cimiento del amor sobre que construimos nuestra casa.  Y cuando nos ponemos viejos, él es la roca que nos aferramos cuando sopla el aire de la muerte.  Jesús es la roca para aferrarse siempre.

P. Carmelo Mele O. P.

domingo, 30 de julio de 2017

DANDO ES COMO RECIBIMOS


Dando es como recibimos



El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás. encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.

El científico Luis Pasteur anduvo siempre escaso de dinero para sostener su Instituto de Investigación. Un día, acudió a la señora Bondicant, dueña de una gran cadena de almacenes, para pedirle su apoyo. La señora recibió al investigador y éste le expuso el motivo de su visita. Al final, la dueña de la empresa le dijo: —Ya he aportado mi ayuda a tanta gente que pide. Usted perdone, de todos modos le daré algo para su obra. La señora salió y regresó con un cheque firmado. Pasteur lo miró antes de dar las gracias, y quedó asombrado. El cheque era por un millón de francos. La señora se adelantó y le dijo: —¡Gracias, profesor, por acordarse de mí! ¡Gracias por darme la oportunidad de compartir!

Cada día puedes ser generoso en acciones pequeñas. Este propósito abre el corazón poco a poco, y descubres admirado que nunca pierdes. Por el contrario te fortaleces y puedes superar el temor de ser vulnerable. Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, más se fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay más alegría en dar que en recibir”.


* Enviado por el P. Natalio

sábado, 29 de julio de 2017

BETANIA, LUGAR DE ENCUENTRO


Betania, lugar de encuentro



El Evangelio según San Lucas nos muestra a Jesús en Betania, en la casa de Marta, María y Lázaro, en ese lugar de descanso, donde el Señor se detenía en su andar de un lado a otro, anunciando la Buena Nueva del Reino, curando, consolando, comprendiendo, amando…Entrando en ella, contemplamos a María, sentada a los pies del Maestro (Lucas 10,38-42), escuchando atentamente esas palabras que penetran en sus oídos y son semillas sembradas en su corazón donde germinará la fe, transformada en frutos de amor.

También allí, podemos observar a Marta, su hermana, trajinando ansiosamente, ocupada en los quehaceres domésticos, atenta a la limpieza de la casa, a la preparación de la comida, a la hospitalidad que desea brindarle al amigo que llega cansado del camino. Su paciencia ante la actitud, que ella considera pasiva, de María llega al límite. Está molesta porque necesita ayuda y ve que su hermana está ausente con su mente y su corazón de ese lugar geográfico.

Es por ese motivo que se queja. No entiende cómo a Jesús no le preocupa, cómo el Maestro no ve la necesidad de colaboración que ella tiene, en ese momento. “Dile que me ayude”, dice, pidiendo que Jesús tome partido a favor de ella. Y se sorprende, seguramente, cuando no encuentra la respuesta esperada, sino todo lo contrario, ya que Jesús le asegura que todas sus preocupaciones son innecesarias, que María eligió mejor, porque no la distrae otra cosa que no sea rendirle el homenaje de la escucha atenta, eligió aquello que permanecerá en ella para siempre, aquella parte que nadie podrá quitarle.

No podemos creer que Jesús, que es toda comprensión  y que valora infinitamente los gestos de amor más humildes, desprecie el trabajo, el esfuerzo, la dedicación de Marta. Pero es verdad que Él no iba a estar allí siempre, estaba de paso. Y los quehaceres domésticos podían esperar. La Palabra de Dios es prioritaria. No es difícil reconocer a Marta y a María en distintas situaciones de nuestra vida. Y escuchar al Divino Maestro, señalándonos el camino correcto.

Cuando muere Lázaro, el hermano de Marta y de María, nos encontramos nuevamente con Jesús en Betania, en la casa de los amigos. ¡Cuántas veces en nuestras vidas escuchamos la afirmación, generalmente dirigida a los niños de que los hombres no lloran! ¡Gravísimo error! El hombre más hombre, Cristo, lloró (San Juan 11,35). Se conmovió, se turbó y derramó lágrimas de dolor. Lloró por el sufrimiento de las hermanas. Lloró por la muerte del amigo.

Las lágrimas son un regalo de Dios que purifica nuestros ojos y nuestro corazón. Son perlas valiosas, liberadoras, generadas por el sufrimiento, aunque también pueden derramarse lágrimas de alegría, son un cable a tierra que nos evita cortocircuitos interiores.

“Gracias a la vida que me ha dado tanto, que me ha dado la risa y me ha dado el llanto”, dice la canción. San Agustín reconoce que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos. Y Jesús afirma: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (San Juan 15,13). Y Él la da.

Podemos pensar que Betania es nuestro corazón y encontrar allí a Jesús, vernos reflejados en Marta, en María, en Lázaro. Podemos sentir la presencia del Señor, buscando un lugar para descansar, para dialogar con la confianza que lo hacen los amigos, sin secretos, francamente. Podemos tener la certeza de que Jesús está con nosotros, en medio de nosotros, esperando que lo recibamos con la alegría y hospitalidad que se les brinda a los amigos.

El Papa Francisco, el 27 de marzo de 2013, en la Audiencia en San Pedro, decía: “Jesús no tiene casa porque su casa es la gente, somos nosotros; su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de Dios”.

Qué bueno celebrar la amistad, dándole gracias a Dios por los amigos y rogándole al Divino Maestro, al Amigo Fiel, que nuestro corazón sea lugar de encuentro, que tenga siempre las puertas abiertas como el hogar de Betania para recibirlo con la fe, la alegría y la hospitalidad que caracterizaba a sus habitantes.

© Ana María Casal
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